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martes, 20 de octubre de 2015

Locura y libertad

Alguien me dijo hace muchos años que la locura y la libertad tenían más responsabilidades que la sanidad mental y el encierro. Es por ello que me parece irresponsable hablar de ellas de manera sesgada o al azar.

En términos prácticos, degustar la libertad antes de la edad de las “decisiones importantes” depende mucho de la educación que te dieron tus padres. Y ellos mismos, al saber que cuentas con las bases primigenias de la responsabilidad, no se verán disminuidos por la preocupación. Más aún, ese conocimiento de la crudeza callejera te otorga el estatus de esbirro, más allá de un ser que “debe” responder a ciertos lineamientos.

No obstante, el miedo incubado desde la raíz te orilla a fantasear con la libertad como si dilapidaras tus tardes en un tebeo de la peor calaña.

Pero también es necesario acceder a la libertad a base de madrazos y de pequeñas decisiones que, sin duda, te facturarán pequeñas enseñanzas que, también sin duda, te harán mejor persona.

Lo esencial de la libertad y la locura es ejercerlas sin lastimar a los demás, no importa si estás o no en lo correcto porque el instinto te dirá si el camino es el idóneo, o no, de acuerdo con tus deseos y tus pulsiones.

La libertad no viene en una caja de cereal, como la música de Kenny G, ni en una suscripción por correo ni en una malteada o un afiche de tu banda favorita.

La libertad y la locura se maman, se disfrutan, pero son estados que se ganan, que no se compran.


Sin embargo, todo indica que, hoy en día, la locura y la libertad son parte de una hipocondría facturada por la inestabilidad emocional que te impide despertar y saber que afuera hay un mundo que, te acepte o no, es necesario surfear, dominarlo, hacerlo tuyo más allá de tebeos. Y, en muchas ocasiones, es el miedo el que te lleva a gestionar universos personales que sirven de bálsamo. Aunque todo sea una mentira. 

domingo, 11 de octubre de 2015

¡Voten por mí!

Por B7XO


Hace poco un amigo fotógrafo me envió un mensaje por inbox solicitándome que entrara a la página de un concurso de fotografía para votar por su imagen y me pidió que corriera la voz entre mis contactos para que hicieran lo mismo.

Lo más curioso del caso es que el individuo es fanático de la publicación de memes y videos en contra de la corrupción que late con singular alegría y desparpajo en este país. ¿Hay coherencia en sus actos? No.

La entrega de tarjetas de Soriana del PRI a los votantes para garantizar un voto a favor se diferencia de este hecho únicamente por la dimensión de los resultados.

El caso de la solicitud de votos vía la amistad revela la poca confianza que aquel fotógrafo tiene hacia sus capacidades creativas y es una falta de respeto hacia esa supuesta amistad y el intelecto de aquellos que considera sus amigos.

Como señalé líneas arriba, esta actitud no sólo es curiosa e incoherente sino francamente despreciable y nos demuestra que para la sociedad mexicana un acto corrupto merece ser denunciado sólo cuando no signifique un beneficio personal.

De ninguna manera tenemos la obligación de votar por el trabajo de un amigo o conocido si la pieza no cuenta con la calidad necesaria para recibir un voto a favor, cuando no es digna de reconocimiento. No obstante, sí tenemos el derecho de aprobar la obra si ésta lo merece y también es nuestra obligación hacer notar no sólo su pobreza artística sino también lo deplorable que resulta prostituir la amistad por un proyecto personal.  

Quizás de esta manera los necios que ingenuamente añoran la revolución puedan entender que el cambio comienza en cada persona.

Y quizás, también, la mayoría crea que esto puede ser exagerado o un gracejo de mal gusto, pero lo cierto es que, en muchos casos, esta sociedad tan ávida del uso de las redes sociales aún no entiende no sólo su manejo y su aprovechamiento sino que su comportamiento en ellas habla mucho de su personalidad débil, corrupta y carente de autoestima. ¿Es eso lo que le enseñarán a sus hijos? Entonces sí, gente pequeña, estamos podridos. 

viernes, 9 de octubre de 2015

Inviernos calientes

Por B7XO

El de esta entrada puede ser un título adecuado para una de esas películas juveniles que miran con gozo los militantes de la Revolución Starbucks en esos domingos de asueto insurrecto.

Pero no, se trata de apenas un pálido acercamiento al título del sorprendente documental Winter onFire que retrata los pormenores de la revolución ucraniana que comenzó en 2013 como una marcha estudiantil y culminó en 2014 con la renuncia del presidente Viktor Yanukovich.


Más allá de lo que puede consultarse en internet y dentro del mismo filme, lo interesante se encuentra en la manera como, paulatinamente, la disidencia fue encontrando un objetivo al cual se accedió, después de más de 60 días de enfrentamientos directos contra las fuerzas policiales ucranianas compuestas por grupos de choque, policía federal y, literalmente, mercenarios a sueldo, gracias a la manera como los Maidan se organizaron tras la primera toma de la Plaza Independencia.

Poco a poco a los grupos estudiantiles y de jóvenes trabajadores se sumaron sus padres, organizaciones religiosas, médicos, enfermeras, voluntarios, niños, personas de la tercera edad y ex militares que brindaron todo tipo de apoyo.


Resulta conmovedor y doloroso apreciar el incremento y la mutación de los enfrentamientos que comenzaron con empujones y golpes de tolete y finalizaron en una verdadera guerra civil con piedras como proyectiles, barricadas y escudos improvisados, bombas molotov y neumáticos ardiendo como primer obstáculo en contra de la represión que cerraba la pinza con disparos a quemarropa y francotiradores.

Aun cuando no deja de ser un buen documento fílmico, lo cierto es que puede ser sacado de contexto.

Alguien me comentaba hoy por la mañana, cuando se anunció el estreno del documental en una aplicación de series y películas de pago, si es posible que en México ocurra algo similar y, sin pensarlo, le dije que no. ¿Por qué? Por diversas razones.

  • Por mucho que nuestro himno nacional dicte lo contrario, la sociedad mexicana no está preparada para una acción civil armada que dure más de 60 días. Si utilizamos las publicaciones en redes sociales como un termómetro del hartazgo y las capacidades sociales, nos encontramos con que el activista de sofá salta de un tema a otro cada dos semanas sin establecer un objetivo primario.
  • Otra razón es la falta de identidad nacional cuando se trata de diseñar un movimiento basado en la propia historia y no adoptando héroes ajenos como Karl Marx o Ernesto Che Guevara. La ausencia de idiosincrasia antepone el fracaso desde la raíz.
  • No existe ninguna clase de estrategia más allá de dirigirse todos al mismo punto. Porque si bien es cierto que cada vez es mayor la masa en las protestas que toman la ruta de Paseo de la Reforma, la acción de los infiltrados, siempre en menor número, supera la capacidad de blindaje y organización. El “¡Ya basta!” tan bastardeado por las generaciones revolucionarias posteriores a 1994 y el “No caigan en provocaciones” son parte de un discurso anquilosado que no permite la evolución de las maneras y, por ende, trastoca alguna posible victoria por pírrica que ésta pueda ser.
  • El sectarismo dentro de una misma marcha, o movimiento, es factor para que la desunión evite conjurar un mismo objetivo. Regresemos a las redes sociales. El rebelde de calle o el que degusta su Macchiato mientras diseña memes (el chairo) censura y trolea las creencias políticas y religiosas de otros que ven en ese tipo de fe alguna solución o la calma para su persona y su familia. Es decir que no existe otredad, algo que debe distinguir a una sociedad que acepta y garantiza la diversidad.
  • Encima, toda esta clase de fallas no permite el reconocimiento, y sí la negación, de otros sectores sociales que ven con desconfianza esos movimientos que, gracias a su incapacidad de blindaje, garantizan un final nada agradable. No existe una conciencia política real que sobrepase los ríos de tinta.
  • Finalmente, esta clase de yerros significa una victoria para la represión que, lejos de manifestarse por medio de hordas de granaderos violentos, ganan la partida en la mesa.


Alguien comentó hace poco que las grandes revoluciones comienzan primero como ideas que conducen a un fin. No es del todo descabellado pensar que la revolución comienza en una persona que sabe añadir adeptos con base en la buena interpretación de esas mismas ideas emparentadas con las necesidades del pueblo. Es por ello que en México la solución está lejos de perpetrarse. Pero, finalmente, ¿acaso todos están de acuerdo con esa solución?

La sociedad mexicana es una sociedad individualista, contradictoria y de conveniencias personales, así como cada político tiene un objetivo personal. Y en el caso de aquélla, todo depende de su entorno, de su capacidad adquisitiva, de su necesidad por proveer a una familia minimizando el daño para los suyos porque, ¿acaso existe algún tomador de decisiones confiable? ¿Es verdad que el pueblo mexicano tiene el gobierno que merece? ¿Alguien ha medido el nivel de confianza del pueblo hacia sus políticos?


Hasta que la sociedad no resuelva sus avatares primarios no existirá ventana alguna para el cambio y, en todo caso, una vez que dicho cambio se conjure, ¿qué sigue? Eso es algo en lo que nadie se ha detenido a pensar.