Hace poco, a propósito del Vive Latino 2017, señalaba en mi
espacio editorial de Rock 101 que Los Fabulosos Cadillacs –sí, aún existe–
tocaría (en singular porque hablo del grupo) en uno de los escenarios de ese
festival que debería llamarse mejor el Granero Latino, por tanta paja (¡qué
bueno que esto no es España!), y sugería, sólo sugería, que la cosa sería estéril
porque el grupo le canta a un mundo que ya no existe. ¿Por qué? Porque los
chairos de antes no son los chairos de hoy. Y no es que el chairo pasado fuese
mejor.
“Chairo pasado no mueve la marcha” sería un buen refrán para
dibujar este asunto, y miren que detesto las frases hechas.
Siempre he pensado que las frases hechas y los refranes
ayudan a la gente a no pensar. Es decir: ¿para qué digo algo inteligente de mi
sagaz autoría si puedo repetir lo que vomita todo el mundo? La cultura milenaria
del copy paste. A la gente que usa frases
hechas o refranes le da miedo pensar por sí misma. Alguna vez, harto de
escuchar que algunos de mis amigos y conocidos usaran frases hechas y refranes,
y harto también de poner cara de orto cada vez que alguien salía con alguna
estupidez antihigiénica como “en boca cerrada no entran moscas”, les dije que
todo el día usaría frases hechas frente a ellos para que su ignorancia y su
flojera mental se vieran reflejadas en mí, a ver si les daba un poco de vergüenza.
Así lo hice, les valió madre la lección y me sentí tan imbécil que por poco voy
y solicito beca en algún CRIT del Teletón porque fue tal mi retraso mental, pasajero
pero bien cabrón, que ya comenzaba a sentir en el pecho los colores del América.
Lo peor es que los usuarios de frases hechas y refranes se sienten cultos. Y
leen a los Bucay.
Luego me sucede que desarrollo mi propio arsenal de frases
hechas, con cierto toque de sofisticación, y nadie me entiende. Ah, ya sé,
todos dicen la misma estupidez una y otra vez porque se entienden entre ellos.
Es decir: las frases hechas están diseñadas para que emisor y receptor no se
vean en la penosa necesidad de tener que pensar. Hasta ahora el mejor piropo
involuntario que alguien me ha lanzado no fue referente a mis nalgas sino a que
constantemente hago bromas sofisticadas, igual nadie se ríe pero el piropo vale
la pena.
Total que viene Los Fabulosos Cadillacs a México por enésima
vez (¿quién tendrá más sellos mexicanos en sus pasaportes: Los Fabulosos… o
Placebo?) y por enésima vez se les festeja la visita porque no es que los mexicanos
tengamos memoria ni seamos excelentes anfitriones ni nos pegue la nostalgia
sino que nos provoca una hueva total tratar de entender y acostumbrarnos a bandas
nuevas que, de paso, ya no usan trompetitas ni saxofones ni congas para tratar
de pasar por latinos. ¡Pinche Saúl Hernández ése fue el legado de le dejaste al
país! Además México consume todo lo que viene del otro lado de cualquier
frontera, inclusive desde Monterrey. Y hasta eso los chairos se han visto
sosegados porque ya los veo en Change.org
pidiendo firmas para que La Célula que explota
sea el nuevo himno nacional. ¿Qué no aprendieron nada de Gustavo Cerati?
Lo que Vicentico y sus huestes no entienden es que el escenario
del nuevo orden mundial es el espejo negro de los dispositivos móviles, y que los
adeptos a las marchas vitorean y postean estrategias de contradefensa desde el
sofá que su mamá les compró, idéntico al que tenía Coco Chanel en su atelier
(¿checaron qué gracejo más sofisticado?), mientras se empinan una cerveza
artesanal que pidieron a domicilio al Superama. Obviamente, como fondo musical
parido por la bocina Bose bluetooth Soundlink
III, alimentada desde el iPhone y que descansa en una credenza Limoge Handles con base de porcelana,
suena Mercedes Sosa.
Como mencioné también en mi editorial en Rock 101, el único
músico cuyo impacto disidente a nivel global se mantiene como un must es Roger Waters, a pesar de que los millennials menos enterados
piensen que The Wall es una ópera rock dedicada al muro de Berlín o, en el peor
de los casos, que el británico la compuso a propósito del muro de Trump (¡Viva
México, chingao!).
Ya veo a Los Fabulosos Cadillacs apoyándose con imágenes de
Trump al momento de tocar Mal bicho. “¡Puuuta,
qué originales, goeeeey, eso no se ha visto nunca, paps”, dirá el estudiante de
maestría en Mundo Contemporáneo de la Ibero que luce playera del Ché Guevara y
graba el concierto en su iPhone dorado para subirlo a la nube, “goeeeeeey, estos
maestros son la vanguardiaaa, caún”.
Y Vicentico: “Veamo’, pibes, una puteada al boludo rompebolas
de Tramp, ¿viste?”… Y la masa: fi fi
fi fí fiiiiiiiiií!!! y: eeeeeeeeeeeh, puuuutoooo!!! Tanta mentada contra Donald
Trump y yo que quiero lanzarlo como candidato para delegado de Coyoacán.
Y sigue Vicentico: “porque el tipo es un brisco (insulto
homofóbico) parido por mil putas y sha que
reviva Galiano (sepa por qué se
tragan la “e” siempre esos weyes) pa’ que le dé una patada en el orto al abombado
conchesumadre”. Y la masa: “wiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii”.
I mean… ¿Qué no
tendrán Twitter estos cabrones que no saben que esos insultos, y peores, se
postean a diario arrobando al mismo Tramp?
Puede, sólo puede que el concierto de Los Fabulosos Cadillacs –sí ésos que
están contra el imperio estadounidense pero se robaron el nombre de una banda
de Texas (¡encima Texas!) llamada The Fabulous Thunderbirds– tenga éxito si va
por Skype o al menos lo periscopean
de vez en cuando. Si no, no hay forma.
Porque para cuando toquen Manuel Santillán, El León, los menos enterados, que estarán
inventando el hashtag adecuado, se preguntarán si esa canción se trata de un
defensa de Boca Juniors o Gimnasia y Esgrima de La Plata, y si ya lo compró el América
junto con cuatro abanderados.
Por ello, para
causar impacto, Los Fabulosos Cadillacs
tiene que actualizar sus canciones. Mal bicho
debería llamarse Millennial o Nini; Vasos vacíos debería ser algo referente a Me dejaste en visto, por aquello de las palomitas azules sin
respuesta; Matador sería algo así
como Ganar-ganar; Siguiendo la luna algo como Buscando señal wifi sin contraseña para
whatsappear mi ubicación en la marcha y que Ríos de lágrimas termine siendo ¡Mierda!,
no tengo datos.
A ver, no sé si entiendan los neo chairos pero las venas
abiertas de América Latina ya son wireless.
Cuando Vicentico cantaba solo estaba mejor porque era menos petulante y
cretino.
Por eso Los Fabulosos Cadillacs va a cantarle a un mundo
diferente, porque la única revolución que ha servido para algo fue la que comandaron
Obi-Wan Kenobi y Luke Skywalker, y sin internet.
Y sí, hay mejores y peores… La bailo como fondo musical,
pero de que hay diferencias, bastantes. En su momento fue…, mh, digamos,
intensa. ¿Hoy? Palabrería adosada a la nostalgia. Además me la dedicó una ex, ¡y
eso mola! ;)
El Bicho, diciembre
2016.